Mafalda Arnauth: un enfoque argentino de la tradición del fado
De 13/5/13
Mafalda Arnauth: un enfoque argentino de la tradición del fado
La cantante portuguesa mostró anoche en el ND Teatro, en su tercera visita a la Argentina, las diferentes formas de asumir la tradición del fado a través de evocaciones -visibles o disimuladas- afirmadas en linajes sonoros en apariencia distantes de ese lenguaje.
Así, el formato tradicional de la canción portuguesa se presentó sólo por momentos con sus formas consagradas -aunque siempre con un esquema tímbrico heterodoxo- y, en mayor medida, fue interpelada desde otras plataformas a la espera de hallar el fado -sugirió la cantante- “allí donde no es obvio”.
Con esa pretensión, Arnauth se entusiasmó en profundizar los intercambios entre el fado y la herencia musical argentina que, después de su primer hito masivo en el tiempo gardeliano del tango, recobró fuerzas en los últimos diez años en el círculo de la canción porteña.
En ese derrotero, y con la dirección del guitarrista argentino Ramón Maschio, la portuguesa tomó distancia del formato clásico del fado (bajo, guitarra y viola) para recostarse en un acompañamiento más versátil para la conversación y apuntalado por Carolina Cajal en contrabajo, Jerónimo Peña en percusión, Pablo Bronzini en piano y acordeón.
Tradición y modernidad se cruzaron durante toda la noche en el ND Teatro. La apertura de la noche la marcó “Serás sempre Lisboa”, uno de los hitos que impulsaron la carrera de la cantante en su alumbramiento a finales de los 90 como continuadora de la frondosa estirpe de vocalistas femeninas del fado.
Pero enseguida, a través de “E Se Não For Fado”, de su último material, jugó con las tensiones entre lo incluido y lo excluido del género.
El público celebró la interpretación de “La boheme”, aquella nostalgiosa canción que Charles Aznavour escribió junto con Jacques Plate (1966) y que sintetiza la época de oro de la canción francesa.
El pianista Pablo Fraguela subió al escenario para un contrapunto entre fado, milonga y tango con la guitarra de Maschio, el digitador del resultado sonoro de la noche, con un esquema donde las cuerdas predominaron y la percusión y el piano o acordeón jugaron un papel prudente y a veces incidental.
A continuación, Pedro Aznar se sumó para cantar a dúo “Fue Dios”, en una bella apelación a la figura de Amalia Rodrígues, “La Reina del Fado”.
Y en el desenlace, Arnauth ofreció el costado festivo del fado y clausuró la noche con el pulso tradicional de “Fado pechincha” en una despedida que, por tercera vez, consiguió la aprobación del público argentino.
Así, el formato tradicional de la canción portuguesa se presentó sólo por momentos con sus formas consagradas -aunque siempre con un esquema tímbrico heterodoxo- y, en mayor medida, fue interpelada desde otras plataformas a la espera de hallar el fado -sugirió la cantante- “allí donde no es obvio”.
Con esa pretensión, Arnauth se entusiasmó en profundizar los intercambios entre el fado y la herencia musical argentina que, después de su primer hito masivo en el tiempo gardeliano del tango, recobró fuerzas en los últimos diez años en el círculo de la canción porteña.
En ese derrotero, y con la dirección del guitarrista argentino Ramón Maschio, la portuguesa tomó distancia del formato clásico del fado (bajo, guitarra y viola) para recostarse en un acompañamiento más versátil para la conversación y apuntalado por Carolina Cajal en contrabajo, Jerónimo Peña en percusión, Pablo Bronzini en piano y acordeón.
Tradición y modernidad se cruzaron durante toda la noche en el ND Teatro. La apertura de la noche la marcó “Serás sempre Lisboa”, uno de los hitos que impulsaron la carrera de la cantante en su alumbramiento a finales de los 90 como continuadora de la frondosa estirpe de vocalistas femeninas del fado.
Pero enseguida, a través de “E Se Não For Fado”, de su último material, jugó con las tensiones entre lo incluido y lo excluido del género.
El público celebró la interpretación de “La boheme”, aquella nostalgiosa canción que Charles Aznavour escribió junto con Jacques Plate (1966) y que sintetiza la época de oro de la canción francesa.
El pianista Pablo Fraguela subió al escenario para un contrapunto entre fado, milonga y tango con la guitarra de Maschio, el digitador del resultado sonoro de la noche, con un esquema donde las cuerdas predominaron y la percusión y el piano o acordeón jugaron un papel prudente y a veces incidental.
A continuación, Pedro Aznar se sumó para cantar a dúo “Fue Dios”, en una bella apelación a la figura de Amalia Rodrígues, “La Reina del Fado”.
Y en el desenlace, Arnauth ofreció el costado festivo del fado y clausuró la noche con el pulso tradicional de “Fado pechincha” en una despedida que, por tercera vez, consiguió la aprobación del público argentino.
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