Después del adulterio
De 25/10/13
Después del adulterio
Tres años después de su estreno en la Quincena de los Realizadores del Festival de Venecia, llega a los cines La infiel, opera prima del israelí Eitan Tzur - showrunner de la segunda temporada de la serie BeTipul, en la que se basó In Treatment y la argentina En terapia-. El título en Argentina es equívoco: esta no es la historia de una mujer infiel sino la de un hombre cornudo; un drama liviano con toques de comedia negra y policial.
Con una puesta en escena sencilla pero pensada, La infiel cuenta la historia de Ilan (Yossi Pollak), un prestigioso profesor de astrofísica en el Technion, que está casado con Naomi (Melanie Peres), una joven hermosa treinta años menor. Un día Ilan descubre que Naomi lo engaña con un hombre previsiblemente más joven y, lo que es peor, parece bastante enamorada de él. Le cuenta el descubrimiento a su madre (la genial Orna Porat), una anciana vital de 80 años que lo aconsejará más como un amigo que como una madre. Y en lugar de enfrentar a su mujer, decide llevarse por sus impulsos y enfrentar al amante.
Conviene no adelantar lo que ocurre en el primer punto de giro, aunque tal vez no sea tan sorprendente. Lo que sí sorprende es lo que sigue: cómo Ilan y, sobre todo, su madre, lidian con lo ocurrido. La narración es impecable y navega alternadamente entre el drama, el policial y la comedia seca sin perder en ningún momento la tensión.
Los diálogos entre Ilan y su madre, la presencia amable pero amenazante del amigo policía (Suhel Haddad), la pipa como objeto dramático, los silencios y las miradas entre Ilan y Naomi, son detalles que integran una trama casi perfecta, tan bien escrita y contada que permite adivinar siempre qué hay detrás de lo que se está diciendo.
Para cuando la película llega al último acto, la trama está tan bien construida que los diálogos van por un lado -casual, cotidiano- y lo que nosotros sabemos que los personajes piensan, va por otro. Una sutileza que en este caso está totalmente despojada de complejidad: no hay cosas que no se saben, sino cosas que no hace falta decir para saber. El mérito es de los cimientos firmes erigidos en los primeros dos tercios.
Con ecos del Woody Allen de Crímenes y pecados y sin dudas algo de la puesta en escena televisiva y eficaz de En terapia-y esas escenas largas entre dos o tres personajes-, La infiel es una película pequeña, atrapante y recorrida por un bienvenido tono zumbón que articula perfecto con su aparente sencillez.
Con una puesta en escena sencilla pero pensada, La infiel cuenta la historia de Ilan (Yossi Pollak), un prestigioso profesor de astrofísica en el Technion, que está casado con Naomi (Melanie Peres), una joven hermosa treinta años menor. Un día Ilan descubre que Naomi lo engaña con un hombre previsiblemente más joven y, lo que es peor, parece bastante enamorada de él. Le cuenta el descubrimiento a su madre (la genial Orna Porat), una anciana vital de 80 años que lo aconsejará más como un amigo que como una madre. Y en lugar de enfrentar a su mujer, decide llevarse por sus impulsos y enfrentar al amante.
Conviene no adelantar lo que ocurre en el primer punto de giro, aunque tal vez no sea tan sorprendente. Lo que sí sorprende es lo que sigue: cómo Ilan y, sobre todo, su madre, lidian con lo ocurrido. La narración es impecable y navega alternadamente entre el drama, el policial y la comedia seca sin perder en ningún momento la tensión.
Los diálogos entre Ilan y su madre, la presencia amable pero amenazante del amigo policía (Suhel Haddad), la pipa como objeto dramático, los silencios y las miradas entre Ilan y Naomi, son detalles que integran una trama casi perfecta, tan bien escrita y contada que permite adivinar siempre qué hay detrás de lo que se está diciendo.
Para cuando la película llega al último acto, la trama está tan bien construida que los diálogos van por un lado -casual, cotidiano- y lo que nosotros sabemos que los personajes piensan, va por otro. Una sutileza que en este caso está totalmente despojada de complejidad: no hay cosas que no se saben, sino cosas que no hace falta decir para saber. El mérito es de los cimientos firmes erigidos en los primeros dos tercios.
Con ecos del Woody Allen de Crímenes y pecados y sin dudas algo de la puesta en escena televisiva y eficaz de En terapia-y esas escenas largas entre dos o tres personajes-, La infiel es una película pequeña, atrapante y recorrida por un bienvenido tono zumbón que articula perfecto con su aparente sencillez.
Comentarios
Debes iniciar sesión para publicar un comentario.
Conectarme