Juana Molina, Wed 21
De 21/10/13
Juana Molina, Wed 21
El universo de Juana Molina es así: un portón de troncos, la casa apartada, las plantas salvajes, los perros vagabundos, la pileta abandonada, los yuyos desbordados, la manguera, verde y amarilla, tirada por ahí. Veinte años atrás -casi, casi, cuando decidió dejar la televisión para dedicarse a la música-, la artista se instaló en la quinta de su abuela, en el noroeste del conurbano bonaerense, donde cada día compone, graba y, de a poco, construye su camino al costado del mundo. Ahí también tramó Wed 21, su vital sexto disco, que en unos días llegará a la calle.
“Todo el tiempo estoy en casa. No me gusta salir. A veces pienso que me gustaría ir a algún lado, pero es mentira: no me gustaría. Acá tengo lo suficiente”, dice Juana, sentada en la galería. En su ascetismo no hay solemnidad ni impostura, sólo ganas de hacer la suya. Apenas dejó la televisión, debutó como cantante con Rara (1996), un disco que no la conformó. “No se parece mucho a mí, no me representa. Ahora me amigué un poco con él, pero siento que fue, más que nada, una colaboración con Gustavo Santaolalla, el productor. Siempre compuse temas que no respondían al formato canción, pero todos me señalaban que no tenían estribillo. Entonces, iba y les injertaba uno. Tenía miedo de hacer las cosas mal”.
Después de una temporada en el exterior, llegaron Segundo (2001), Tres cosas (2004), Son (2006) y Un día (2008), discos mucho más personales e intrincados que le valieron el reconocimiento internacional. Con un espíritu cada vez más experimental, Molina fue sumando guitarras bucólicas, motivos en loop , paisajes superpuestos, texturas electrónicas y un modo intimísimo. Así hasta llegar a Wed 21, quizás su álbum más libre, hecho a contrarreloj. “Quería que saliera este año sí o sí, pero me acordé tarde y trabajé con poco tiempo. Por eso, si bien es muy elaborado, no pude controlar todo. Está bueno no estar tan encima de los detalles”.
“Todo el tiempo estoy en casa. No me gusta salir. A veces pienso que me gustaría ir a algún lado, pero es mentira: no me gustaría. Acá tengo lo suficiente”, dice Juana, sentada en la galería. En su ascetismo no hay solemnidad ni impostura, sólo ganas de hacer la suya. Apenas dejó la televisión, debutó como cantante con Rara (1996), un disco que no la conformó. “No se parece mucho a mí, no me representa. Ahora me amigué un poco con él, pero siento que fue, más que nada, una colaboración con Gustavo Santaolalla, el productor. Siempre compuse temas que no respondían al formato canción, pero todos me señalaban que no tenían estribillo. Entonces, iba y les injertaba uno. Tenía miedo de hacer las cosas mal”.
Después de una temporada en el exterior, llegaron Segundo (2001), Tres cosas (2004), Son (2006) y Un día (2008), discos mucho más personales e intrincados que le valieron el reconocimiento internacional. Con un espíritu cada vez más experimental, Molina fue sumando guitarras bucólicas, motivos en loop , paisajes superpuestos, texturas electrónicas y un modo intimísimo. Así hasta llegar a Wed 21, quizás su álbum más libre, hecho a contrarreloj. “Quería que saliera este año sí o sí, pero me acordé tarde y trabajé con poco tiempo. Por eso, si bien es muy elaborado, no pude controlar todo. Está bueno no estar tan encima de los detalles”.
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