Medio siglo con la guitarra
De 24/12/13
Medio siglo con la guitarra
“Pensé que iba a decir un montón de cosas pero no voy a decir nada”, dice Juan Falú y reconecta el diálogo con su guitarra Gómez de boca ancha. Él, de camisa rosada, pantalón de vestir y porte de viejo cantor. La madera le templa el cuerpo y Juan Falú ve junto a él a colegas y amigos invitados y sonríe. Hay memorias en el rostro del tucumano múltiple: el guitarrista del toque agreste y misterioso al brillo académico; el hacedor del Festival Guitarras del Mundo; el compositor y artista puente a la nueva generación de músicos de la raíz folclórica. El que eligió celebrar -el sábado, en el ND Teatro, durante más de dos horas- sus 50 años con la música y a la vez culminar su gira territorial Zonko querido (Corazón querido), como el nombre de su chacarera con letra de Pepe Núñez, que vibrará al final de esta noche colectiva.
Allí están los aplausos para él y para su compadre de innovaciones compositivas. Aquí está la guitarra de Juan Falú y su voz gredosa, junto a los latidos e improvisaciones de bombo de Rubén Lobo en Zonko querido, también el título del primer disco de tres con los que repasa este medio siglo sonoro junto a muchos de sus parceiros de la música. Así se dice en Brasil, y Falú puede expresarlo también para cobijar a los compañeros, no sólo de su generación. Porque vivió el exilio en San Pablo, luego de que la última dictadura, en Tucumán, asesinara a su hermano Lucho, a quien dedicó -también esta noche- la indescriptible Vidala de Lucho (con letra de Pancho Cabral).
Al igual que en Brasil, las tradiciones y renovaciones son un mismo lazo en las obras, todas perdurables, de Juan Falú. Por eso ligió compartir esta larga reunión en el ND Teatro con compañeros indispensables, por afinidad estética e ideológica: Andrés Pilar, Ramiro Gallo, Florencia Bernales, Juan Quintero, Carlos Aguirre, Liliana Herrero, Lilián Saba, Marcelo Chiodi y Bárbara Streger. Cada instante con ellos fue una combinada muestra de sutileza, destreza técnica y swing sin estridencias: la guitarra en diálogo con el violín (Gallo), las flautas traveseras (Chiodi, Streger), los pianos (Aguirre, Saba, Pilar).
Y la propia entonación de Juan Falú se abrió el sábado, a la par de otras voces, en versiones inolvidables de temas propios y ajenos: entre ellos, la zamba Patios de la casa vieja, con su autor, el referencial riojano Ramón Navarro; o Confesión del viento, Fada (dedicada a una de sus nietas) y Zamba del arribeño, con Liliana Herrero y Aguirre; también la chacarera La cruzadita, con Biyi Cortese, su compañera; y el gato Agarrao y A puro fierro, con Juan Quintero.
¿Qué decir de las demás obras y ensambles? El entendimiento y el calor fueron plenos -entre todos- esta noche: la que había comenzado sólo con su guitarra y su voz con De la raíz a la copa. Ahí estuvo el brillo nodal de Juan Falú, clásico y moderno a la vez, tucumano y de todo el país: el rastro a seguir para las músicas argentinas por delante.
Allí están los aplausos para él y para su compadre de innovaciones compositivas. Aquí está la guitarra de Juan Falú y su voz gredosa, junto a los latidos e improvisaciones de bombo de Rubén Lobo en Zonko querido, también el título del primer disco de tres con los que repasa este medio siglo sonoro junto a muchos de sus parceiros de la música. Así se dice en Brasil, y Falú puede expresarlo también para cobijar a los compañeros, no sólo de su generación. Porque vivió el exilio en San Pablo, luego de que la última dictadura, en Tucumán, asesinara a su hermano Lucho, a quien dedicó -también esta noche- la indescriptible Vidala de Lucho (con letra de Pancho Cabral).
Al igual que en Brasil, las tradiciones y renovaciones son un mismo lazo en las obras, todas perdurables, de Juan Falú. Por eso ligió compartir esta larga reunión en el ND Teatro con compañeros indispensables, por afinidad estética e ideológica: Andrés Pilar, Ramiro Gallo, Florencia Bernales, Juan Quintero, Carlos Aguirre, Liliana Herrero, Lilián Saba, Marcelo Chiodi y Bárbara Streger. Cada instante con ellos fue una combinada muestra de sutileza, destreza técnica y swing sin estridencias: la guitarra en diálogo con el violín (Gallo), las flautas traveseras (Chiodi, Streger), los pianos (Aguirre, Saba, Pilar).
Y la propia entonación de Juan Falú se abrió el sábado, a la par de otras voces, en versiones inolvidables de temas propios y ajenos: entre ellos, la zamba Patios de la casa vieja, con su autor, el referencial riojano Ramón Navarro; o Confesión del viento, Fada (dedicada a una de sus nietas) y Zamba del arribeño, con Liliana Herrero y Aguirre; también la chacarera La cruzadita, con Biyi Cortese, su compañera; y el gato Agarrao y A puro fierro, con Juan Quintero.
¿Qué decir de las demás obras y ensambles? El entendimiento y el calor fueron plenos -entre todos- esta noche: la que había comenzado sólo con su guitarra y su voz con De la raíz a la copa. Ahí estuvo el brillo nodal de Juan Falú, clásico y moderno a la vez, tucumano y de todo el país: el rastro a seguir para las músicas argentinas por delante.
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