Willem Dafoe y Mikhail Baryshnikov protagonizan “The Old Woman”
De 25/8/14
Willem Dafoe y Mikhail Baryshnikov protagonizan “The Old Woman”
Las 12 escenas y el epílogo de la pieza construyen un entramado de una belleza sobrecogedora, narrado en un tempo cinematográfico, para contar un hecho simple, la historia de un escritor quien esconde en su habitación el cuerpo de una mujer muerta, con la paranoia de ser acusado de asesinato.
El texto de Kharms, adaptado por Darryl Pinckney, habitual colaborador artístico del director de la pieza, es hablado en los dos idiomas de los protagonistas, ruso e inglés, los significantes se repiten, se bailan, se gritan, en función de ir bordando una coreografía del lenguaje que aporta intensidad a la trama.
Los cuadros se suceden con una estética oscura y brillante a la vez como si fuera un sueño que a veces se transforma en pesadilla.
Allí, los escasos objetos que interactúan con los dos inmensos intérpretes cobran la importancia de un elenco, en una dinámica obstinada en apartarse de la representación para abrazar la posibilidad del artificio.
La dupla protagónica se adueña de la escena, vestida de idéntica forma, de traje, con la cara maquillada de blanco, y sólo se diferencia entre sí, porque uno de ellos apela a la corbata, pero los movimientos coreografiados en espejo, la dinámica de juego paralelo, los funde en uno, en miles.
El talentoso director Wilson, quien trajo a Buenos Aires su obra “Persephone” en 1999 durante el FIBA, construye una puesta donde la sincronización de los más breves detalles gestuales honra la tradición del clown, dentro de una dinámica surrealista, con mucho de expresionismo alemán.
La decisión de abrir la función con la letanía discursiva y corporal que insiste brutal desde un poema con la palabra “hambre” descarta la complacencia y pide al espectador que se entregue a un código de ardua emoción, alejado del diseño comercial de obra, pensada para el lucimiento de dos celebridades.
Danill Kharmas, el autor de la pieza, murió de inanición encerrado en una institución psiquiátrica de Leningrado en 1942, preso allí desde hacía más de un año, acusado de generar materiales burgueses y oponerse al régimen de Stalin.
“The Old Woman”, estrenada el año pasado en el Festival Internacional de Manchester, vive de gira y el espíritu errático, junto a la disciplina que implica lo experimental signa la propuesta, capaz de dejar a la platea sumida en un silencio expectante.
Las composiciones son impecables, la música las subraya y potencia una pieza donde todos los elementos están al servicio de la posibilidad de conectar con lo visceral, las acciones, para construir un espacio de libertad siempre custodiado por la tiranía del paso del tiempo y la muerte.
El texto de Kharms, adaptado por Darryl Pinckney, habitual colaborador artístico del director de la pieza, es hablado en los dos idiomas de los protagonistas, ruso e inglés, los significantes se repiten, se bailan, se gritan, en función de ir bordando una coreografía del lenguaje que aporta intensidad a la trama.
Los cuadros se suceden con una estética oscura y brillante a la vez como si fuera un sueño que a veces se transforma en pesadilla.
Allí, los escasos objetos que interactúan con los dos inmensos intérpretes cobran la importancia de un elenco, en una dinámica obstinada en apartarse de la representación para abrazar la posibilidad del artificio.
La dupla protagónica se adueña de la escena, vestida de idéntica forma, de traje, con la cara maquillada de blanco, y sólo se diferencia entre sí, porque uno de ellos apela a la corbata, pero los movimientos coreografiados en espejo, la dinámica de juego paralelo, los funde en uno, en miles.
El talentoso director Wilson, quien trajo a Buenos Aires su obra “Persephone” en 1999 durante el FIBA, construye una puesta donde la sincronización de los más breves detalles gestuales honra la tradición del clown, dentro de una dinámica surrealista, con mucho de expresionismo alemán.
La decisión de abrir la función con la letanía discursiva y corporal que insiste brutal desde un poema con la palabra “hambre” descarta la complacencia y pide al espectador que se entregue a un código de ardua emoción, alejado del diseño comercial de obra, pensada para el lucimiento de dos celebridades.
Danill Kharmas, el autor de la pieza, murió de inanición encerrado en una institución psiquiátrica de Leningrado en 1942, preso allí desde hacía más de un año, acusado de generar materiales burgueses y oponerse al régimen de Stalin.
“The Old Woman”, estrenada el año pasado en el Festival Internacional de Manchester, vive de gira y el espíritu errático, junto a la disciplina que implica lo experimental signa la propuesta, capaz de dejar a la platea sumida en un silencio expectante.
Las composiciones son impecables, la música las subraya y potencia una pieza donde todos los elementos están al servicio de la posibilidad de conectar con lo visceral, las acciones, para construir un espacio de libertad siempre custodiado por la tiranía del paso del tiempo y la muerte.
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